Sentimientos previos a un (re)encuentro

Estoy intentando encontrar la distancia adecuada a la que tu cercanía no me afecte. Esa en la que, a pesar de tenerte cerca, tu radio de actuación no me llegue y, sobre todo, no me hiera. Porque los años han pasado y ya ninguno de los dos somos los mismos pero los recuerdos pasados tienden a agarrarse a mis entrañas y siempre que la probabilidad de un encuentro se multiplica por 7, o por 2 (qué mas da), una extraña ansiedad se me adhiere a la garganta. 

No quiero sobresaltos ni sustos. No quiero encuentros al doblar una esquina ni tampoco al salir del baño de cualquier bar. No quiero reencuentros ni desencuentros, y mucho menos quiero recuerdos exhalados de Dios sabe de que parte de mi cuerpo. Te quiero a ti, en tu mundo y en tu vida; pero sobre todo me quiero a mí, en mi mundo y en mi vida, con mis risas y mis sonrisas nuevas, con mis conquistas y mis heridas, que para eso son mías. Nada de miradas, nada de gestos de sobra conocidos. No me veas aunque me tengas en frente, no me escuches aunque grite a tu lado. Porque mis movimientos ya no son tuyos, ni mi voz te grita a ti.