martes, 18 de enero de 2011

Cada tres noches dormidos dos abrazados.

Yo me giro hacia la derecha, y doblo mis rodillas en un ángulo de unos 90º, quizás algunos menos. Y él, detrás de mí, pasa su brazo por el hueco de mi cuello. Me duermo así, con su piel como almohada y su mano recogiendo uno de mis pechos. Yo cuelo mi brazo por debajo del suyo y lo abrazo. Somos brazos abrazados.  Recoge mi cintura con su antebrazo izquierdo y ajusta sus rodillas a los 90º de las mías, quizás algunos menos.  Apoya su lado de la cara justo en el contrario de la mía y le sirvo de almohada recogiéndome el pelo para que no le haga cosquillas en la nariz. Hay noches que su respiración me pone el vello de punta y no me puedo dormir porque me estremezco al ritmo de sus exhalaciones. Me quedo muy quieta, y no se lo digo. Me deleito entre respiros y suspiros, y me pego más a él, tanto que la cama parece inmensa.

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