sábado, 4 de septiembre de 2010

Confesiones


Quedé con él por la noche para tomar una cerveza. Había una punto de incertidumbre por el reencuentro: ¿como seria volver a tener frente a mí esa obsesión un año después? Previamente a la cita, no sentía ningún gurri gurri dentro de mí. Ni mariposas en el estómago, ni nervios como cuando uno se pierde en la inmensidad del desierto en Marruecos. Solamente dos palabras resonaban en mi mente insistentemente: ¡Da pasos cortos! ¡Pasos cortos! 


Así que eso fue lo que hice, dar pasos muy cortos hasta él. Y cuando ya por fin lo tuve delante, hablándome, me di cuenta de lo diferentes que somos. Probablemente ya lo fuéramos antes, y yo, cegado, no lo supe ver. De vez en cuando intercalaba en la conversión a su novia española, y lejos de irritarme, sus palabras no escocían. Ya se puede decir que, pese a haber sido alguien de quien estuviera enamorada, su presencia no hace que me tiemble el pulso. Llegado el momento de irse cada uno a su casa, al decirnos adiós, un beso en su mejilla. 


Pero esta vez no me volví atrás para ver cómo se alejaba tras sus pasos, como solía hacer antes cada vez que nos despedíamos. Sino que la vista estaba al frente y la cabeza alta. 

En fin... querida...puede ser que esté buscando algo y no sepa ni lo que es. Puede ser que mi cuerpo esté tratando de encontrar otro cuerpo sustituto... al fin y al cabo mucho de lo que sé lo aprendí de él. Está claro que la autoestima y la memoria son dos juegos caprichosos que van inseparables unidos de la mano, y que la primera flaquea o se fortalece en función de la segunda. Pero también es cierto que la memoria, por cada unidad de tiempo que transcurre en nuestra vida, se alimenta de nuevos estímulos, almacena nuevas situaciones que nos van pasando. Y en cada experiencia vivida que se suma a la anterior, vamos construyendo poco a poco nuestra persona. Por eso no hay que desperdiciar ni un segundo, ni dejar de amar a cada segundo... porque amando es cuando tendremos la única oportunidad de madurar. Madurez que para mí significa que no encontraré lo que busco simplemente esperándolo. Y no esperar que alguien me dé lo que yo no me doy a mí misma ;) 


Ha sido el tiempo quien ha curado tanta obsesión y tanto espantapájaros emocional. El tiempo, nuestro gran aliado, mi querida amiga. El tiempo que todos necesitamos para curarnos, para reponernos, para que nos echen de menos, para ver con claridad qué y quién es lo que necesitamos de verdad. El tiempo esconde bajo sus agujas millones de secretos, de revelaciones, de lecciones de vida. 


En fin, cariño mio, te cuento que hacía un año entero que no dormía tan bien.


Te quiere, 
P.

2 comentarios:

  1. El tiempo y los besos en la mejilla están desaprovechados.

    ResponderEliminar
  2. No sé, pero hay veces que das justo en el punto y escribes sobre una situación que acabo de vivir o más bien, que estoy viviendo.
    El viernes tuve un reencuentro con alguien a quien quiero más que a nada y que me decía estar seguro de que no sentiría nada al verme. Fui para comprobar hasta qué punto podía haber llegado a convertirse en el hombre de hielo, para descubrir que todo lo que había sigue intacto a pesar de sus empeños por convencerse de lo contrario...
    Una situación difícil la que tengo ahora mismo, uno de esos amores que por circunstancias difíciles me temo acabará por demostrarse que es imposible. Pensaba que esto solo pasaba en las películas...

    ResponderEliminar